Escritura creativa 3. El antihéroe
El personaje principal de la historia guía la ejecución de la trama, es el actor principal y es la pieza más importante del relato; para crearlo, puedes utilizar el enfoque clásico donde sus cualidades positivas crecen y se refuerzan. Ahora, necesitas equilibrar la balanza y presentar (plausiblemente) la existencia de su contrario; en la mayoría de los casos, más complejo y que representará la lucha y la dificultad, el reto que debe conseguir superar el protagonista. Para ello, puedes utilizar el binomio «bueno» y «malo».
¿Te has planteado lo importante que es ese «malo» para que el bueno cumpla con su papel? Hablábamos en la entrada anterior de la importancia del personaje protagonista bondadoso, hoy le toca a la otra cara del espejo: el antagonista, villano o antihéroe.
Existe una tendencia natural a humanizar a los personajes —sobre todo a los que consideramos «buenos»—, igual que como humanos somos imperfectos, tenemos aciertos y nos equivocamos, somos a veces buenos y a veces malos, nuestros errores a veces dañan a los demás… Dotar de defectos y particularidades que no cambian y que definen una conducta imperfecta en el personaje que en la trama clásica se presentaría con todo un repertorio de cualidades positivas —estaría claramente sesgado para lanzar un mensaje moral, por lo tanto, el lector lo percibirá como alguien superior a su propia capacidad de mejora—, hace que el lector se identifique mejor con él. Porque es alguien que tendrías como amigo o, simplemente, porque te gustaría ser más «como él» por las cualidades positivas que sí ves. Los personajes principales grises son aquellos que consideramos reales.
—Inciso de 2022— Este inciso (basado en una historia personal) tiene objetivo expositivo sobre la importancia de que los personajes sean grises y humanos, y seamos conscientes de sus imperfecciones a la hora de exponerlos al lector.
Hace unos meses, corté la relación con una persona que solo veía bondad en mí, él era todo halagos y me veía como perfecta y maravillosa… me endiosaba. Cabe destacar que esa descripción distorsionada, desnaturalizada e irreal —más cuando soy consciente de los defectos propios que trato de suavizar y mejorar diariamente— me resulta incómoda, interesada y molesta… lo que me hacía estar a la defensiva con él y sentir que no era de fiar; y aunque trataba de hacérselo ver, él seguía con sus piropos exagerados. La descripción que hacía de mí no era real.
Tras haber analizado la dinámica que había tenido esa relación — a término resultó que yo no era tan perfecta (gracias a Dios), porque analizar y exponer la situación tratando de ser objetiva es un defecto, según él— y partiendo de la conclusión que saqué una vez me alejé, esa persona no quería conocerme, solo quería mantenerme contenta para conseguir sacar algo. Curiosamente, su forma de actuar solo consiguió que sintiera que sus apreciaciones y valoraciones no tuviesen validez ni credibilidad… hizo que desconfiara y sentir que me estaba utilizando. Este es un efecto que puedes generar si describes a un personaje demasiado perfecto, sin oscuros.
Para atacarme, intentó hacerme sentir mal diciéndome que rectificaba en su apreciación sobre el personaje que había montado conmigo y ya «no era tan buena». Creo que no esperaba que el efecto fuese liberador y le diera las gracias por esa traza de realidad que había, por fin, visto en mí. Se las di de corazón. Nadie es perfecto, yo menos… y tiendo a desconfiar de quienes se creen perfectos o ven perfectos a los demás; supongo que efecto de las experiencias vividas. Al final, somos las experiencias que vivimos y lo que decidimos hacer con ellas.
Cuento esta, llamémosla, anécdota por una razón simple: un personaje de cualidades perfectas nos resulta inverosímil y puede generar rechazo. Si escribimos ficción, la verosimilitud es clave y, para generarla, necesitamos defectos. Los defectos importan porque aterrizan al personaje y nos acercan a él.
Si hablásemos de esta historia como una cualquiera en la que hay dos personajes que entran en conflicto; en nuestras descripciones, obviamente, ambos tendríamos nuestros defectos y nuestras virtudes, nos habríamos equivocado, dicho cosas de las que nos arrepentimos y, a veces, habríamos acertado; todos esos detalles nos humanizarían y el lector podría creer al escritor que narra la historia. En este caso, la descripción de mi personaje no es, por tanto, la que él hacía. Probablemente, para definirme como un personaje veraz, tendría que pedírselo a uno de mis mejores amigos —que se define como sincericida— y que sé que no se cortaría ni se guiaría por interés. Estoy segura de que en esa definición sí que me reconocería, sobre todo, en los defectos. Porque, al final, la base de un personaje es el reconocimiento en el otro, la empatía.
Entender la humanidad que requieren los personajes para que el lector, que no es un perro ni un extraterrestre, se ponga en la piel de los personajes y se mantenga en la historia es fundamental.
—Fin de inciso de 2022—
Ocurre lo mismo con el antagonista, a este le suavizamos el carácter nocivo de su descripción dejando que refleje cualidades positivas o discursos donde se tergiversa la realidad para ajustarla a su visión del mundo, pero que, finalmente, se descubre como tóxica o egoísta, al contraponerlo con la visión que aporta el protagonista (hablamos de la construcción clásica donde este representa lo correcto y el antagonista la perversión o distorsión, la ruptura).
Igual que se dice que la historia la escriben los vencedores; en la narrativa el punto de vista empático lo da el protagonista. Queda en manos del lector evaluar y discriminar los mensajes que transmite la historia y los roles de los personajes.
Voy a ser clara, el escritor miente y tratará de engañar al lector para que piense a favor o en contra de lo que exponen los personajes; tergiversará y manipulará la información… en realidad, es la base de su trabajo como cuentacuentos.
También lo soy aquí, aunque también espero, como lector, que te pares a evaluar y sacar tus propias conclusiones, que saques tu lupa crítica y me busques las costuras. De eso se trata, ese es el pacto entre escritor y lector.
Volviendo al planteamiento de la historia y del personaje, debemos tener en cuenta que toda narración necesita el equilibrio; al final, la mejor forma de crear un escenario es plantear una situación de desequilibrio y desarrollarla para volver al equilibrio.
Si nos centramos en el papel que lleva un antagonista. Este, por diversas circunstancias inherentes a su personaje y personalidad, son el punto de mayor desequilibrio dentro de la historia y es la función del protagonista generar un equilibrio suficiente para soportarlo. Por eso, normalmente, las tramas presentan al inicio a un antagonista muy desarrollado y a un protagonista poco desarrollado, porque lo que nos interesa es mostrar el desarrollo (el camino) del héroe; que en las buenas tramas se adereza con un desarrollo de facetas más bondadosas del antagonista.
Existen muchas historias que carecen de un antagonista claro y son las que se centran en el individuo, estas historias requieren un trabajo de personificación del personaje (que probablemente desarrolle en otra entrada). Este tema se centra en la figura del antagonista (más concretamente del villano) como herramienta creativa.
Inciso con definiciones pautadas
Quizá esta entrada debería haber comenzado por aquí, porque hay sutiles diferencias entre lo que son protagonistas y antagonistas, héroes y antihéroes, y son figuras en las que, en narrativa, pueden llegar a intercambiarse.
- Protagonista y antagonista. Los protagonistas son aquellos que llevan el rol principal de la narración, guían la historia (independientemente de su visión y punto de vista). El antagonista es aquel al que se enfrenta el protagonista.
- Héroe y antihéroe. Los héroes y antihéroes requieren de una valoración moral de los propios personajes que, en el caso de definir a protagonistas y antagonistas, pueden intercambiarse y, por lo tanto, tener una historia en la que no sigamos el común camino del héroe sino el del antihéroe. Por lo tanto, héroe es aquel en el que identificamos cualidades positivas y relacionamos con los valores propios de la justicia, y el antihéroe (o villano) es aquel que representa justo lo contrario, que es la ruptura de los valores morales definidos socialmente como correctos.
Antagonista, antihéroe y villano
Desarrollando las definiciones, se pueden diferenciar estos tres perfiles «negativos» de personaje; ningún personaje tiene un papel estático en la historia, los personajes se crean como agentes activos que, a través de sus acciones, harán que la trama se desarrolle. Deberíamos entender el antagonista como el elemento contrario al protagonista, su rol dentro de la trama es la oposición; es la fuerza que enfrentar y la que representa el conflicto. La concepción del antagonista dentro de la narrativa es simple y no requiere de elementos más complejos para definirlo. Cuando entramos en el terreno moral de la historia, cuando definimos las personalidades de los personajes y la realidad en la que se distribuyen y decidimos el punto de vista narrativo, no podemos solamente hablar de protagonista y antagonista, aquí es donde entra la figura del héroe y el antihéroe.
El héroe es una representación moral deseable desde el punto de vista del lector, el antihéroe presenta un desequilibrio desde el punto de vista moral del lector. El punto de vista moral del lector, en estos casos, es importante para definir estas figuras porque hace posible que un escritor pueda plantearse escribir la historia teniendo como protagonista a un antihéroe y dejando al héroe como antagonista. Esto ejemplos se han hecho populares y comunes en los últimos años, no solo en la narrativa literaria sino en la cinematográfica, siendo ejemplos de estos antihéroes llevados al objetivo de protagonistas, por ejemplo, Walter White (Breaking bad) o Tommy Shelby (Peaky Blinders).
Normalmente, el antihéroe tiene una motivación que se muestra al lector. Además, en el caso de convertirlo en protagonista, se desarrolla una justificación y un entorno óptimo para que el lector asuma como correctas las decisiones y acciones del antihéroe; que empatice y decida que, en sus mismas circunstancias, haría lo mismo que el antihéroe.
Teniendo al antihéroe como base, aquel que es rico y es «malo» porque las circunstancias y su entorno han influido en que así sea su desarrollo, llegamos al villano, normalmente es presentado siempre como el antagonista carismático de la historia; su fondo y su justificación no viene reflejada en la historia. Estos personajes de ficción son solo un recurso argumental inevitable y son parte del eje de la historia. En cuanto a desarrollo y complejidad, son personajes simples porque solo se usan para que el héroe se desarrolle y desconocemos muy poco de los motivos que los han llevado a ser como son, solo conocemos las motivaciones y su maldad, odio y narcisismo desmedido. Pocas veces encontramos un villano con el que el lector simpatiza, porque no tiene esa función. En el momento en que seas capaz de coger al villano y convertirlo en el sujeto principal de la historia, por su complejidad, se convertirá en antihéroe.
La diferencia entre villano y antihéroe es la complejidad del personaje; por así decirlo, el villano es una caricatura del antihéroe.
El antihéroe perfecto
Si recordamos la entrada de cómo se crea un personaje y nos centramos en cómo buscábamos la conexión con el lector, nos tenemos que fijar, sobre todo, en los rasgos que pueden hacer que se reconozca en el personaje principal… y nadie quiere parecer malo. Por lo que, aquí es fundamental presentar las cualidades positivas y la imagen distorsionada del punto de vista narrativo del propio antihéroe.
Esta manera de funcionar es útil y eficaz para la historia de un antihéroe; principalmente, porque cuando un antihéroe adquiere el papel protagonista, no se busca el enfrentamiento con su rol o moral negativa. Se presenta su visión del mundo, su mundo real donde él es la coherencia.
Tener a un antihéroe como personaje principal es un reto para el escritor, que debe generar ese vínculo con el lector. Para ello tenemos que adentrarnos tanto en la psicología del antihéroe como en la del lector para poder conectarlos efectivamente.
Teniendo en cuenta que la mayoría de información que reciba el lector del antihéroe será negativa, deberemos jugar con sus sentimientos para que sienta empatía por el personaje. La empatía en el buen desarrollo de personajes es imprescindible. Este proceso se realiza mediante una definición de la personalidad del antihéroe en la que haya fisuras de bondad, el antihéroe se debe mostrar al lector con «defectos» que lo humanicen y lo hagan menos malvado, otro de los puntos a tratar es la motivación y las experiencias negativas que han llevado al antihéroe a ser quién es; estas experiencias, descritas para el lector como tomas de decisión plausibles y lógicas, harán que el lector conecte con el antihéroe —aunque piense que su elección fuese errónea porque entiende que la tomó por una circunstancia concreta y eso le llevó luego a otra serie de decisiones que lo han convertido en un personaje en conflicto tanto internamente como externamente—.
El objetivo del escritor con el antihéroe no es que el personaje gane al final, sino que se desarrolle a través de sus heridas y que pueda reconciliarse con su entorno de alguna manera. Hay, en este aspecto, una fase fundamental en la que el antihéroe se replanteará su propio discurso y es donde el escritor podrá humanizarlo aún más; este trabajo de desarrollo es importante ya que es un punto de inflexión para el personaje y definirá su pérdida completa o su redención.
En el caso de tratar al antihéroe como protagonista, es importante definirlo y también tratar con él de una forma mucho más cercana, mostrar debilidades y fortalezas, demostrar su capacidad para ser indulgente en ciertas circunstancias (las incoherencias coherentes dentro del personaje). Habitualmente, trabajar con un antihéroe es más gratificante que con un héroe, porque no estás tratando de reforzar las cualidades positivas y minimizar el impacto de las negativas; sino que haces lo contrario, lo que requiere un esfuerzo extra y un trabajo mucho más rico en detalles y evolución; por eso, actualmente, se trabaja con estos mucho más a menudo, porque acaban siendo personajes más reales, que enganchan y conectan mejor con el lector/espectador.
Para que esto ocurra eficientemente, hay que trabajar la empatía que el lector pueda generar sobre un personaje con una personalidad terrible y, para ello, debemos centrarnos en los antecedentes, en el qué y porqué ese personaje ha llegado a ese punto de ruptura.
Como último apunte, el lector conecta con los defectos del personaje porque también es imperfecto y se ve reflejado en el antihéroe; esa conexión es mucho mayor cuando el lector percibe que el antihéroe tiene capacidad para mejorar en esos aspectos… aunque al final fracase.
Taller: el antihéroe
Ejercicio 1. Crea y cuéntanos las motivaciones del antihéroe de una de tus historias, centrándote en sus experiencias personales y en las emociones más humanas que puedan conseguir que el lector empatice con él. Conviértelo en el protagonista y narra su pérdida de felicidad.
Ejercicio 2. Seamos villanos y robemos antihéroes.
Crea un diálogo entre el antihéroe del ejercicio 1 y un antihéroe que identifiques en algún libro que hayas leído o visto en alguna película. Procura trabajar el diálogo para que cada uno de los personajes mantenga su propia voz.
Creado originalmente para el taller de escritura creativa Escríbeme Cerveza de enero de 2020.
Fuentes: tras dos años es difícil recopilar las fuentes de estos materiales porque no las apunté en su momento — no tenía intención de publicarlos y no lo creí necesario, suspenso para mí — ; he recurrido a aplicaciones antiplagio con la esperanza de que me sacara alguna cita, pero no he obtenido resultado. Así que la nota de fuentes consultadas queda así: En la creación de estos materiales se han consultado varias fuentes y libros de teoría literaria y narrativa.
Contenido originalmente creado en 2020 para el taller Escríbeme, Cerveza. Publicado en Medium el 15 de abril de 2022 (https://medium.com/@erebyel/taller-de-escritura-creativa-03-el-antih%C3%A9roe-e5b4c16bcef2)